25/2/09

El rayo



Sucedió en un pequeño pueblo del sur de la provincia de Badajoz, Casas de Reina, situado a unos cinco kilómetros de Llerena y junto a los yacimientos arqueológicos de la antigua ciudad romana de Regina.

Un día, posiblemente a finales del siglo XIX, estaba el pueblo reunido en la iglesia, un sobrio ejemplar renacentista del tipo iglesia-fortaleza, mandado construir por la Orden de Santiago. Mientras se celebraban los cultos, se desató una impresionante tormenta seca, así llamadas porque no terminan en agua. Situado el pueblo al lado de un castillo y casi en la falda de una pequeña sierra, es un lugar muy propicio para atraer todo tipo de descargas eléctricas. Una de ellas vino a caer aquel día sobre la iglesia, recorriéndola a lo largo, desde el presbiterio hasta la puerta del perdón, y produciendo a su paso una enorme grieta en los muros, visible aún hasta hace pocos años. Salieron todos precipitadamente del templo y fue entonces cuando descubrieron asombrados cómo una mujer que había estado sentada en el suelo, al pie del púlpito, tenía el velo completamente quemado, sin que ella hubiese sufrido el más pequeño daño. Considerado el hecho como un milagro, se le atribuyó al Cristo de la Sangre, venerado en la iglesia parroquial, y se instituyó una fiesta, el día 4 de mayo, para recordar el prodigio. Dicha fiesta se continúa celebrando todos los años, hasta el momento presente.

TENTUDÍA

La leyenda de Tentudía está inserta dentro del ciclo de leyendas del Maestre de Santiago. Estando Pelay Correa combatiendo contra los moros, en las estribaciones de Sierra Morena, por Calera y Monesterio, la batalla no se terminaba y la noche se venía encima, por lo que el Maestre de Santiago, una vez más, acudió a la protección de la alto. "Ten tu día", dicen que dijo. Unos dicen que estas palabras iban dirigidas al sol, según unos; otros dicen que a la Virgen, y otros que a Dios. Lo cierto es que el día se detuvo y Pelay Correa pudo ganar la batalla.

23/1/09

Lizzie Borden

Tal y como dice la cancioncilla infantil… Lizzie Borden cogió un hacha y le dio cuarenta hachazos a su madre. Cuando vio lo que había hecho le dio cuarenta y uno a su padre.

El 4 de agosto de 1892, un rico e influyente hombre de negocios y su esposa fueron salvajemente asesinados en su hogar de Massachuttes, Estados Unidos. El crimen causó una gran conmoción, sobre todo cuando la principal sospechosa resultó ser la propia hija. Es sin duda una de las más conocidas asesinas de la historia, sin duda por lo violento que resultaron los crímenes y el inquietante juicio que se llevó a cabo.
Tanto a Lizzie Borden como su hermana Emma les resultaba insoportable la presencia de la mujer que se había casado con su padre tras la muerte de su madre, hasta tal punto que a menudo comían en sus habitaciones sin acompañar a sus padres en la mesa. Y cuanto más tiempo pasaba, más resentidas se mostraban.
El 4 de agosto de 1892, Emma se había ido a casa de una amiga, y sólo Lizzie bajó a reunirse con la criada, quién estaba preparando café. Alrededor de las 11 de la mañana la mayor de las Borden descubrió el cadáver de su padre, quien había recibido once hachazos en el cráneo mientras dormía en el sofá. La criada la oyó gritar: "¡Bridget, rápido, baja! ¡Padre está muerto! ¡Alguien ha entrado y lo ha matado! Deben haberlo hecho mientras yo estaba en el establo...
Cuando llegó el médico forense, subieron para avisar a la madrastra, y una vez arriba, descubrieron que ésta también había muerto, con veintiún hachazos en la cabeza. El cadáver, medio oculto tras la cama, estaba ya frío y con la sangre coagulada. Era obvio que había muerto antes que el señor Borden. En el sótano del piso la policía descubrió cuatro hachas y una azada, esta última cubierta por ceniza de carbón recién aplicada.
Dos días después se celebró el funeral y los cadáveres fueron incinerados exceptuando las cabezas, que fueron conservadas para seguir la investigación policial. La criada, ante el temor de que un loco asesino con un hacha anduviese suelto, se fue a dormir los días siguientes a casa de una vecina.
La puerta principal estaba cerrada con llave y la casa estaba rodeada por una alta cerca de alambre de espino, por lo que los únicos sospechosos eran las cuatro personas que vivían en la casa.
Como dos de ellos no se encontraban en el lugar en el momento del crimen, solo quedaban como posibles asesinas Lizzie Borden, la hija mayor de cuarenta años, y Bridget Sullivan, la criada.
Aunque Lizzie aseguró haber oído un gemido mientras se encontraba en el exterior de la casa y que el intruso había tenido que entrar por la cocina mientras estaba el establo, nadie pudo confirmarlo.
El doble asesinato conmocionó la pequeña y próspera ciudad de Falls Rivers, Massachusetts, y en la prensa se publicó un anuncio ofreciendo 5.000 dólares a quién proporcionase información sobre el asesino. Las sospechas de la policía recaían gravemente sobre Lizzie, y fue detenida el 11 de agosto aunque ésta se declarase no culpable.
El 25 de agosto, tras la audiencia preliminar, el juez la dejó en libertad sin fianza hasta su presentación al Gran Jurado en noviembre. Tras la detención, la prensa la pintó como una heroína y mártir. Todos creían en su inocencia.
Un año después, en el juicio, el público la saludó y vitoreó. Se había convertido en un ídolo. De todos lados le llegaban felicitaciones, y era la estrella de las portadas de los periódicos. Hasta la Iglesia estaba a su favor.
Si bien todas las pruebas apuntaban hacia Lizzie, y 21 de los miembros del jurado votaron a favor de acusarla de asesina, pero el tribunal estuvo presionado por el pueblo, que la consideraba inocente. El juicio fue el mayor acontecimiento de los medios de comunicación de la época. Se creó un enorme movimiento no sólo por los periódicos, sino también por las organizaciones religiosas, grupos femeninos, etc.
Ella era la única persona que había podido matar a sus padres. Tras salvarse de la pena de muerte, aprovechó los 250.000 dólares de la propiedad de su padre para comprar otra gran mansión en la que pasaría sus 34 años restantes.
Además, Lizzie tenía dos motivos, por un lado el dinero del padre, un hombre de mal carácter, estricto y avaro (tan estricto y sumamente protector, que las puertas interiores de la casa siempre estaban cerradas con pestillo y el señor Borden tenía a Lizzie como una niña pequeña. A sus cuarenta años, le estaba prohibido salir de casa para hablar con extraños), y por otro el rechazo hacia su madrastra, que al parecer era una mujer hipocondríaca muy posesiva y que no había acabado de encajar en aquel hogar.
Consideraba el amor de su padre hacia su madrastra como una amenaza directa para la futura herencia de la riqueza familiar en perjuicio de su hermana y ella misma. Al matar a su padre y a su madrastra, despejaba el camino de la herencia, que de este modo no tendrían que compartir con un elemento "extraño" de la familia. Si en verdad los asesinó, seguramente fue por conseguir lo que consideraba sus bienes y derechos.
De todos modos no prestó testimonio ante el juez, quien tampoco aceptó el testimonio de un vendedor que afirmó el doble intento de Lizzie por comprarle ácido prúsico, pues la acusada alegó que lo utilizaba como antipolillas. La defensa se aferró a la ausencia de sangre en sus ropas, sin darse cuenta que la mujer pudo haber cambiado de ropas entre que los mató y "descubrió" los cadáveres. Tampoco tuvieron en cuenta el testimonio de la criada afirmando que el domingo posterior a los crímenes, Lizzie estuvo quemando un vestido nuevo que estaba manchado "con pintura", "para ordenar un poco el guardarropa", según ella misma.
Tampoco era cierto que en el momento de los hechos, Lizzie estuviese en los establos, pues el calor que solía hacer allí dentro no se soportaba muchos minutos, ni tampoco había polvo de pisadas en los tablones. Y por último, los periódicos informaron, poco antes del juicio, que se había hallado otro cadáver en Falls River, muerto de manera idéntica a los otros dos...
A pesar de todo eso, curiosamente la mujer fue absuelta. En Massachusetts todavía reinaban prejuicios contra la ejecución de mujeres, desde que se había ahorcado, años antes, a una joven que resultó estar embarazada de cinco meses.
Cuando el portavoz del jurado pronunció el veredicto de "inocente", el público de la sala comenzó a aplaudir y a felicitar a la mujer, quién rompió a llorar pidiendo que se la llevara a casa

28/12/08

El Titánic. ¿Profecía?


El hundimiento del Titánic ha sido una de las mayores tragedias navales de la historia de la humanidad, el 14 de Abril de 1.912 el coloso insumergible naufragaba, perdiendo la vida más de 1.500 personas. Fue un hecho dramático que marcó un antes y un después en la navegación. No hubiera pasado de un accidente histórico de no ser por las numerosas coincidencias, premoniciones, sueños extraños y profecías que con el tiempo se fueron conociendo. Un libro llamado Futility
Quizás sea el aspecto más extraño e inexplicable de esta historia. El año 1897 (14 años antes del naufragio) un mediocre escritor de novelas llamado Morgan Robertson acababa de escribir una obra llamada “Futility” (vanidad). Posteriormente fue reeditada en el año 1912, es decir, el mismo año de la tragedia con el nombre “The Wreck of the Titan” (El naufragio del Titán). Nada tendría de especial esta obra a no ser por las numerosas y acertadas coincidencias que se dan en este relato si lo comparamos con los datos de los que disponemos del famoso naufragio del Titánic. En este libro un buque llamado “Titán” es el más rápido, grandioso y seguro del planeta, en él encontramos la tecnología más avanzada del momento. Se construye expresamente para realizar la travesía del Atlántico norte a una velocidad desconocida hasta el momento y conseguir un nuevo récord. En caso de chocar con otro navío lo partiría fácilmente, sin sufrir daños, siendo las compañías aseguradoras las que correrían con los gastos. La compañía ha dado la órden expresa al capitán de navegar a toda máquina – a pesar de la niebla existente y la amenaza de accidente-, además el buque no dispone de botes salvavidas necesarios en caso de accidente, ya que lo consideran “insumergible”. Como no podía ser de otra forma, durante la travesía un pequeño navío es partido en dos por el “Titán”, el capitán obedece órdenes y ordena seguir la marcha sin socorrer a los náufragos. Continúa el viaje frenético a toca velocidad, de repente se nota un enfriamiento del aire en la parte delantera del buque, y de pronto se oye el grito del vigía “Hielo a la vista, iceberg a proa”, el capitán intenta una maniobra desesperada, pero ya es tarde… en unos minutos el “insumergible” se pierde en las profundidades del océano con miles de personas en su interior. ¿Precognición, suerte?. Existen una serie de datos puntuales que nos pueden acercar más en nuestro veredicto, veámoslos:

DATOS CONCRETOS : TITAN //TITANIC
Pasajeros: 2177//2277
Botes salvavidas: 24//20
Tonelaje: 70000//66000
Longitud: 240 mts//268mts
Velocidad Impacto: 24 nudos//23 nudos
Número de hélices: 3//3
Lugar de partida: Southampton//Southampton
Lugar de naufragio: 400 millas Terranova//400 millas Terranova
Supervivientes: 705//605
Eslora: 275 mts//300 mts
Velocidad máxima: 25 nudos//25 nudos


El fuego devastador de Torrejoncillo

Torrejoncillo (Cáceres), 6 de septiembre de 1980,15.00 horas
Aquella tarde, toda la comarca dormía la siesta bajo unos termómetros que superaban con creces los 40 grados a la sombra. Nadie sabe bien cómo ocurrió, pero lo cierto es que la voz de alarma surgió en un cobertizo de una finca apartada llamada Cuatro Cuartos. Allí descansaban del rigor del sol extremeño los miembros de la familia Salgado, encargados de los rebaños de esa propiedad.

Un estruendo increíble, identificado en principio como un «avión raro y potente», surgió en la lejanía y a los pocos segundos un fenómeno devastador e inexplicable se plantaba ante la solitaria choza. La dantesca escena se produjo ante la atenta mirada de otros guardeses que acudieron en ayuda de los Salgado. Mientras tanto, el formidable torbellino de fuego se dividía en dos y flanqueaba, como manejado por una fuerza inteligente, la humilde vivienda de los campesinos.
Benito Salgado, el empleado que primero percibió la anómala situación, lo recordaba así:

Nos entró el miedo. Aquello iba volando, no a ras de tierra, y las encinas se iban abrasando a medida que pasaba junto a ellas. Y todo era muy rápido. Tanto que vimos cómo los conejos eran "atrapados", sin tiempo de escapar de las madrigueras.
Aquello los abrasó al instante, como si el torbellino fuese "acarbonizando" todo lo que tocaba. A la vez decidimos despertar a nuestra madre, que dormía en otro cuarto de la casa, para sacarla de allí. Y nos costó convencerla. Ella gritaba y se agarraba a lo que fuese. No quería dejar su casa, pero le dijimos: "Vámonos, mamá, que esto nos mata"...»


Tras las pesquisas pertinentes el suceso quedó registrado en los archivos de la Guardia Civil de Torrejoncillo y jamás se le dio explicación alguna al inmenso cono de fuego que selectivamente abrasó veinte hectáreas y fue selectivo, por ejemplo con la vivienda de los pastores.
La documentación oficial sólo hace alusión a que cuatro miembros, encabezados por el jefe de puesto de Torrejoncillo, Antonio Rollán Martín, subieron hasta la finca dispuestos a inspeccionar la zona del incidente. Había acudido presurosos tras presentarse, completamente alterado, en el cuartelillo del pueblo el guarda Domingo Jaralero, el hombre que salvó la vida de la madre de los Salgado subiéndola en su coche a toda prisa mientras la masa rojiza avanzaba. Su testimonio fue breve y conciso. Pero no hizo falta más.


Un cono de fuego ha estado a punto de abrasarnos vivos junto al chamizo de los Cuatro Cuartos, arrasando con todo cuanto se ponía por delante..."

Un argumento convincente para que a los pocos minutos un nuevo dispositivo del Cuarto General de la Guardia Civil de Coria y varios miembros de extinción de incendios de ICONA se pusieran en marcha para acudir al terreno ya cercado y realizar un expediente-atestado cifrado con los dígitos del número de orden 17/8 del 9 de 1980, en el que se limitaron a redactar lo poco que sabían. «Incendio de extrañas características en terrenos de la finca Cuatro Cuartos-Arroyomolinos», decía la escueta notificación oficial. Y no faltaban a la verdad ni un ápice. Según sus cálculos, quince hectáreas habían resultado inexplicablemente devastadas.
Pero, como siempre sucede al poco tiempo de que ocurran incidentes imposibles, una riada de presuntas hipótesis vino a aumentar el nerviosismo y la tensión de los convecinos.
El ovni destructor, la bomba incendiaria 'despistada' de algún caza de la Base Aérea de Talavera la Real, una explosión tras experimentación nuclear...los rumores que recorrían veloces las callejas de Torrejoncillo eran variopintos...y ninguno le hacía la más mínima gracia a las autoridades.
Han pasado varios lustros, pero todos los que presenciaron y asistieron al desastre de Torrejoncillo no podrán olvidarlo ya mientras vivan. Los fragmentos de algunos materiales alcanzaron más de 2.000 grados centígrados, mostrando que aquella insólita energía desencadenada bien pudiera ser absolutamente desconocida para el
hombre...

El doctor Velasco


El doctor don Pedro González de Velasco, nació en un pequeño pueblo muy próximo a Segovia llamado Valseca de Boones (actualmente Valseca), un 23 de octubre de 1815. Sus padres fueron humildes labradores, como la mayoría de los habitantes del pueblo.
Desde pequeño se vio obligado a ayudar a su familia, trabajando en una porqueriza. Marchó muy joven a Segovia, donde, realizando todo tipo de trabajos, consiguió aprender algo de latín y de filosofía, sirvió también como soldado. A la muerte de sus padres, decide trasladarse a Madrid.
Tras tres años de estudio intensivo, logra el título de practicante y cinco años después obtiene el de cirujano. Ya era bachiller por oposición en la Facultad de Medicina y más tarde, con la nota de sobresaliente en todos los cursos gano el titulo de Licenciado. Conquistó la borla de doctor poco después. Todo ello mientras realizaba los más duros trabajos. Recibió la Cátedra de Operaciones de la Facultad de Medicina.
Gran trabajador, pronto la fortuna le sonrió y comenzó a ganar dinero en abundancia que dedicó a ampliar sus estudios y a viajar, así como a coleccionar piezas de antropología o etnografía, sin olvidar las antigüedades. Tal llego a ser su colección que decidió edificar un magnífico palacete, a modo de templo del saber. De esta manera en 1873, se construyó un edificio proyectado por Francisco de Cubas, en estilo neoclásico y ubicado en las proximidades del Observatorio y de la Facultad de Medicina de San Carlos, frente a la recién inaugurada estación del Ferrocarril de Atocha.
El proyecto original presentaba una fachada con un pórtico de columnas jónicas, que se remataba por un frontón recto. Desde el pórtico se accedía a dos amplias salas iluminadas por una cubierta a cuatro aguas de hierro y cristal. Se inauguró el edificio el 23 de abril de 1875 con la presencia del rey Alfonso XII. Se trataba del "Museo Anatómico", aunque popularmente se le conocerá como Museo Antropológico.
A la muerte de su propietario, el edificio y su importante colección fueron cedidos al Estado, que destinó los fondos a las distintas secciones dependientes del Museo de Ciencias Naturales.
Hasta aquí la historia de un gran hombre, que fue reconocido y admirado por sus coetáneos por su afán de trabajo y por su amor al conocimiento.
Lo que sigue es una mezcla de verdad y leyenda, que los madrileños de finales del diecinueve sintieron como propia, hasta tal punto que escritores famosos y famosillos le dedicaron gran cantidad de páginas.
Dice la leyenda que la única hija del doctor G. Velasco, siendo muy joven enfermó, según unos de tisis, según otros de tuberculosis, y que los médicos poco pudieron hacer para curarla, muriendo al poco. Tanta fue la tristeza de su padre y la impotencia por no haber podido salvar su vida que pide y obtiene un permiso en base a su prestigio como científico, para embalsamar a su hija y retener su cadáver en su domicilio. En todo el proceso de embalsamiento es ayudado por su discípulo el doctor Muñoz, al parecer, prometido de la joven difunta.
A las pocas semanas del fallecimiento, comienza a correrse por Madrid la noticia que el doctor Velasco y su ayudante sientan a su mesa el cadáver de su hija, como si de un vivo se tratara, hablando con ella. Algunos llegan a decir que han vestido a la difunta de novia, o que la cambian de ropa varias veces.
Los rumores van corriendo cada vez más. Algunos afirman que al atardecer el doctor Velasco saca a pasear a su hija en el coche de caballos y que la sienta enfrente de él, al lado de la ventanilla.
La leyenda crece y un cierto temor se va apoderando de los madrileños, que no se atreven a pasar por delante de la casa del doctor o por sus cercanías. Algunos periódicos se hacen eco del rumor y en los mentideros y cafés de Madrid
no se habla de otra cosa.
Nadie confirma o desmiente los rumores, el pánico esta latente y así se mantiene durante muchos años hasta que de vez en cuanto vuelve la historia a la luz, cuando algún escritor reescribe esta leyenda madrileña. Valga como ejemplo el cuento que redactó el escritor aragonés Ramón J. Sender muchos años después del suceso.
La verdad parece ser que el doctor G. Velasco embalsamó a su hija al fallecer y que su cadáver permaneció en su casa hasta la muerte del doctor. Momificado, pasó a la Facultad de Medicina donde se conserva hoy día. Sin duda las dos pasiones del doctor Velasco fueron el amor a su hija y la creación de su Museo Antropológico.